miércoles, 21 de noviembre de 2012

El clima del aula


El clima del aula

En este espacio de análisis y nuevos desarrollos para promover buenas propuestas en el aula nos interesa reconocer, especialmente, cómo podemos alentar la convivencia y lograr que las vivencias cotidianas en la escuela se transformen en espacios formativos para los estudiantes. Se trata de reflexionar sobre cómo favorecer en las instituciones educativas el placer de compartir el espacio del estudio y del entretenimiento. Esta preocupación no surge espontáneamente, así como tampoco es una preocupación más. Parte en cambio del reconocimiento que la escuela no debe ni puede abandonar el lugar de la formación en el respeto a los y entre pares para una buena convivencia.
      
Son numerosos los estudios que analizan el auge de la violencia en los salones de clase, las agresiones, las burlas o el hostigamiento a un compañero. Situaciones de extrema violencia nos han sorprendido en las últimas décadas. Sin embargo, entendemos que una manera de colaborar con su resolución nos remite tanto a acciones preventivas como a las búsquedas por encontrar propuestas favorecedoras de ambientes respetuosos, de ayuda mutua. Frente a las reiteradas preocupaciones por el incremento de la violencia en las instituciones educativas, investigadores, padres y docentes se preguntan si dichas instituciones cambiaron radicalmente, si la sana convivencia es una nostalgia que remite a épocas pasadas.

El término “bullying”, por ejemplo, nos remite, especialmente, a un alumno victimizado de forma repetida por otro y durante un tiempo prolongado. Se enmarca en las situaciones de hostigamiento, de maltrato entre compañeros. No se encuentra asociado a los sectores de mayor exclusión o pobreza sino que puede reconocerse en escuelas a la que acuden niños o jóvenes de diversos grupos sociales. Es posible diferenciar el maltrato físico del verbal, el acoso directo –peleas o agresiones- del indirecto, que pretende el aislamiento social del chico o joven.

Otros estudios analizan los video juegos violentos y señalan sus probabilidades de contribuir a aumentar los delitos en el mundo real.  Se trata de situaciones ficcionales que naturalizan el mal, invitan o compelen a participar en situaciones virtuales de violencia o maltrato. Aún cuando las investigaciones en el campo no muestran que los aficionados a los video juegos violentos se conviertan en sujetos violentos y por lo tanto exista una relación causa-efecto entre video juegos violentos y sujetos violentos, sí encuentran que los video juegos violentos incrementan las conductas agresivas. Este reconocimiento abre la posibilidad de promover la discusión sobre los aspectos éticos de la producción de juegos violentos.

En síntesis, hoy cobran relevancia entre otros estudios, los relativos al maltrato o el hostigamiento en la escuela, los referidos a los video juegos o entretenimientos que favorecen las conductas agresivas. Es en este marco en el que pretendemos analizar cómo algunas prácticas del trabajo docente podrían colaborar en la construcción de un clima educativo y formativo que favoreciera una buena convivencia.    



El Lugar del maestro
Philip Jackson (1999) relata en su libro “Enseñanzas implícitas” un trabajo de investigación que efectuó durante dos años observando un aula de primer grado de una escuela de Chicago. La indagación se enmarcaba en un proyecto denominado “Vida moral en las escuelas”. Tenía por propósito considerar las diversas maneras en que lo que sucede en las escuelas y en las aulas puede contribuir al bienestar moral de cada una de las personas que integran esa comunidad educativa. En el relato que desarrolla Jackson transcribe cómo una de las docentes, la Señora Martin, lograba  hacer del aula un sitio atractivo, de placer y luminosidad. Lo llama: “clima de la clase” y trata de encontrar las razones y las prácticas que lo provocan. En su descripción reconoce las maneras con las que la señora Martin afronta los relatos que los propios niños hacen de sus problemas de relación interpersonal. Muchos de éstos dan cuenta de las injusticias y crueldades ocurridas en el patio de juegos e implican acusaciones: “Martha le quitó con violencia su pelita a Sarah”, “Freddy empujó a Billy y luego lo pateó cuando estaba en el suelo” (…) y así una calamidad tras otra. No siempre queda claro qué esperan los niños de la señora Martin en relación con sus relatos de infortunios” (Jackson, 1999:72).  Señala Jackson que la maestra siempre toma en serio los incidentes pero no los trata en privado. Aún cuando reconforta al niño rara vez se dirige a él en un tono bajo. Discute lo ocurrido transmitiendo simpatía y preocupación en un intercambio que puede ser oído y presenciado por todos. La franqueza es la característica de esas conversaciones y la manera de tratarlo parece tener un efecto calmante. Prácticamente, sostiene el autor, resulta imposible distinguir la voz de consuelo de la voz de enseñanza. En otras oportunidades y con la presencia de una ayudante, la señora Martin da cuenta de otra actuación que tiene el mismo sentido que la anterior. Las docentes despliegan una conversación en voz alta, de una punta a otra del salón hablando entre sí cuando en realidad lo que buscan es hablar a los niños. Ellas permiten que los estudiantes oigan “casualmente” sus pensamientos, caracterizados por la franqueza y el candor y en los que se reconocen las conductas inapropiadas de los estudiantes con comentarios aparentemente inocentes pero que dan pie a su rectificación.

Nos preguntamos si el lugar asumido por la docente, ni de sanción ni de oprobio, sino al contrario de consuelo, comentando en voz alta las dificultades, no nos ayudaría a crear entornos más acogedores y comprensivos acerca de las relaciones entre pares.
                

La creación de códigos o reglamentos
En todas las instituciones implícita o explícitamente existen códigos o reglamentos que constituyen un documento que fija las pautas de convivencia, lo que se puede y lo que no se debe hacer, los derechos y obligaciones de los niños o jóvenes y de sus maestros, profesores o directivos. Algunas jurisdicciones en la Argentina han promovido el análisis de los reglamentos y su sustitución en el caso que hayan permanecido invariables durante décadas. La cuestión sustantiva es la participación de los estudiantes en su renovación o elaboración tratando que el documento refleje los problemas de la vida institucional, sea formativo y permita orientar un modo de trabajo y convivencia democrática. Elaborar o renovar un código puede consistir en un proceso burocrático o transformarse en una instancia profundamente educativa. Analizar y hacer cumplir el código o reglamento puede dar cuenta de un proceso formativo o simplemente coercitivo.

  
Las relaciones entre pares

En algunas experiencias recogidas en talleres como una manera de organizar las prácticas escolares en las que se favorece la conformación de espacios heterogéneos por edad y homogéneos por intereses –donde cada niño  selecciona el taller de su preferencia- se abre la posibilidad de favorecer procesos formativos cuando el tema del taller se vincula especialmente con los temas y problemas de los vínculos entre pares. Por ejemplo, si el taller nos remite a la construcción del rol del tutor y a enseñar a ayudar, es posible planear y llevar adelante junto con los alumnos propuestas que favorezcan la integración de niños o jóvenes que presentan alguna discapacidad. También el taller puede hacer notar la necesidad de trabajar en forma colaborativa dada la diversidad etaria provocando una distribución de roles para que cada uno desempeñe un papel sustantivo y asegure el aprendizaje de todos.

Una buena manera de provocar y estimular un ambiente de análisis de las relaciones interpersonales y los problemas en el aula es adjudicar un espacio para sostener conversaciones referidas a los problemas del aula. La “hora de convivencia” puede ser un espacio semanal en el que se plantean los temas o problemas que preocupan a docentes y/o alumnos. Siempre que pueda diferirse para ese momento y espacio su tratamiento se prioriza analizarlos allí. La hora de convivencia o como se prefiera denominar permite en un clima de libertad llegar a acuerdos, entender posiciones enfrentadas, compartir problemas y ayudar a su resolución.

Algunos formatos diferentes pueden convocar a agrupaciones distintas en las que participan todos los cursos escolares o algunos de ellos para tratar un tema controversial y de interés en la escuela. Se promueve un espacio de debate, se pueden elegir oradores y también buscar información adicional o invitar especialmente a algún adulto a participar de la reunión.

La construcción del clima de la escuela
Frente a las reiteradas preocupaciones por ayudar a que en el aula se consolide un espacio de buena convivencia, la conducta de los docentes aparece sosteniendo un lugar en el que se plantean y afrontan los problemas. Nada va a sustituir la conversación, el escuchar las voces y razones diferentes, el consuelo, la demostración de simpatía y el ofrecer ejemplos de otras escuelas en otras latitudes con diferentes resoluciones y problemas que permitan repensar con mayor perspectiva lo acontecido en el aula. Los comentarios morales espontáneos a lo largo de las clases ayudan a sostener un clima donde la preocupación por el bienestar de los actores implicados en la tarea de la clase es central. El clima también se sostiene con rituales y ceremonias, relatos de vidas ejemplares, muestras visuales de contenido moral, cuentos y narraciones de la literatura universal que dan cuenta de los problemas y tragedias de la humanidad y el análisis de problemas cotidianos acompañados de reflexiones que ayudan a la formación de los jóvenes.

Entendemos que el desafío de hoy no es combatir la violencia sino ayuda a su prevención y para ello en las instituciones y en las aulas deberíamos preguntarnos cómo sostener un espacio formativo que haga del salón de clase un espacio en esencia moral.
(Texto extraído de pagina web educared.org - http://www.educared.org/global/ppce/el-clima-del-aula)


1 comentario:

  1. En el tiempo de enseñanza media y básica solo veíamos el mundo escolar como un ambiente de contraste en el que debíamos prácticamente “sobrevivir” a los buenos y malos compañeros, a las buenas y malas calificaciones, a los cambios anímicos con el que el profesor llegaba a clases. Pero nunca consideramos que esos y factores y más podían afectar tanto nuestro aprendizaje. Queda claro con el artículo que acabamos de presentar que nada en el aula queda demás a la hora de enseñar, aun nuestros pequeños comentarios pueden afectar a un alumno en el proceso de aprendizaje. Es de nosotros la responsabilidad entonces de generar un cambio para permitir un ambiente propicio en el aula para el buen aprendizaje.

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